
Escribes como quien recibe un soplo de luna en las mejillas. No es eso a lo que llaman inspiración, es cierto, es apenas la ley de gravedad que hace caer las palabras en su centro.
Escribes y yo reparo cacharros, pienso que siempre he sido útil para las cosas que no sirven.
Escribes para jugar a las adivinanzas, escribes acerca de falsedades y apariencias porque no hay verdad que valga en tus palabras.
Escribes y yo sigo el paso gastado de los cables rotos, creo que mi talento no alcanzó nunca para reparar lo inservible.
Escribes de la nada, de la insignificancia, del absurdo.
Escribes y encuentro la vocación de mis puños.